Hay
un lugar en el mundo, ya lo dice la canción “que son en el mundo entero unas
fiestas sin igual” que se convierte del 6 al 14 de julio todos los años en el
centro del universo. Ese lugar es Pamplona y sus Sanfermines. Y aunque se
recalque una y otra vez que es una fiesta en esencia de la calle, hay otro
lugar que se convierte en su punto estratégico y ese no es otro que la Plaza de Toros. Allí se
concentra toda la juerga, toda la emoción y todo el sentimiento que caracteriza
a estas fiestas.
Así, la Plaza de Toros de
Pamplona, se viste y engalana de fiesta durante nueve días al año en honor a San Fermín, ilustre patrón de la
ciudad y muy querido por todos los “pamplonicas”. Durante esos nueve días la Plaza de Toros de
Pamplona abre sus puertas a los cinco
continentes. Allí finaliza todos los días lo que es su principal atractivo: el
encierro. El encierro que despierta a la ciudad y al mundo entero a través de
la televisión y el aparato telemático tan presente en nuestros días. Y allí, ya
por la tarde cuando el día se ha hecho mayor, se da muerte a esos mismos toros
convirtiéndose en el centro neurálgico de los Sanfermines.
Un siete de julio, primera corrida de abono, la Plaza de Toros de Pamplona
es un lugar impresionante, único en el mundo. Allí se concentran los “castas”
de Pamplona o como se dice ahora los “ptv” (de Pamplona de toda la vida) en un
ambiente de algarabía y colorido donde contrasta el sol y la sombra pero con un
denominador común: el rojo del “pañuelico” de todos los asistentes. Allí se
juntan las peñas, los amigos, los familiares… y se homenajean unos a otros con
los mejores caldos y viandas como si se tratase de un restaurante gourmet; allí
se derrocha y se comparte con el amigo y el desconocido como en ningún otro
lugar. Lo de menos es la faena que esté haciendo el torero en la arena. Aunque
a decir verdad, todos miran de “reojillo” al toro; a ese toro que año tras año
deja lucir sus hechuras por este coso taurino y las calles de Pamplona. Porque
lo que tiene de especial esta fiesta aparte de su ambiente, único en el mundo,
es que es una feria torista, una feria donde todo gira alrededor del toro
bravo, con casta, con presencia… esos torrestrellas,
los cebada gagos, los miuras… y
antes más, los pablo romeros, los guardiolas, los domecq…
Una plaza de toros en donde cada corrida de toros se juntan
casi unas veinte mil personas. Una plaza completamente abarrotada aunque en
estos últimos años con esto de la crisis algún que otro hueco se ha podido ver.
Algo impensable hace unos años porque la demanda de abonos es total. La reventa
funciona a “tope” todos los días y tener un abono en Pamplona para Sanfermines
es una cosa solo de privilegiados. Abonos, que se van transmitiendo por vía
herencia, y que algunas veces son motivo de disputa por su posesión.
Por las características singulares de esta plaza y por el
tipo de toro que gusta en Pamplona son muy pocas las figuras del toreo de
primerísima fila que quieren venir a torear en San Fermín. No obstante, siempre
ha habido también grandes figuras que han querido estar en la feria de Pamplona
“jugándose el tipo” como ahora el Juli que nunca falta, el Fandi, el Cid… y
antes más el Viti, Diego Puerta, Paco Camino. Sin olvidar a los Dominguín,
Ordóñez y Rivera, dinastías taurinas ligadas a los Sanfermines. Pero se echa en
falta a gente como José Tomás, Morante, Cayetano, Manzanares… Aunque en la
retina de muchos perdurarán para siempre otros nombres como Antonio José Galán
o Ruiz Miguel con su banderillero “el Formidable” por sus
heroicidades en el coso pamplonés.
Si
bien es verdad, que hay otros muchos toreros deseosos de venir a torear a
Pamplona y si las cosas les salen bien y triunfan eso les servirá de trampolín
para conseguir contratos en otras plazas de Navarra y España.
Presenciar una corrida de toros en Pamplona en Sanfermines
es una experiencia única incluso para
el que no sea aficionado a los toros. Los toros en Pamplona se viven de un modo
especial. Pamplona es diferente a las demás plazas por el ambiente que se
respira, por su colorido y, a veces, por ese ruido ensordecedor procedente de
las peñas en sol. En líneas generales se puede decir que es una prolongación de
la fiesta que se vive en la calle.
La corrida comienza a las 6:30 de la tarde y para muchos
mozos supone el comienzo del día. Ahí se juntan dos mundos: el de sol y el de
sombra. En el sol reina la juerga, el ruido, las peñas y el mozerío; allí
apenas se sigue la labor del torero en la arena. Hay mozos que incluso se
sientan (si es que se sientan) de espaldas al ruedo y otros que ni siquiera
llegan a entrar al tendido y se pasan toda la corrida recorriendo los bares de la Plaza. Aunque cuando
de verdad surge una buena faena el sol también se suma a su celebración y se une a los olés de la plaza entera. Aunque
hay que decir que son unos olés distintos a los de la Maestranza , por
ejemplo. En La sombra (localidades mucho más caras) el público es mucho más
tranquilo y de todas las edades y ahí se sientan los verdaderos aficionados a
los toros. No obstante, más de un aficionado del tendido de sombra acude a la Plaza , atraído, en parte,
por la algarada de los de sol, recordando los tiempos en los que, posiblemente,
formaba parte de ellos.
Con todo esto, no es
tarea fácil confeccionar unos carteles de toros y toreros para Pamplona. No
olvidemos que la feria de Pamplona se denomina la Feria del Toro. Su creación
en 1959 (última presencia de Heminwguay en los Sanfermines) se la debemos,
sobre todo, a Miguel Criado Barragán, el
"Potra". Y lo primero
de todo es traer unos buenos toros, los mejores; los que nunca se caen durante
la lidia; eso es algo impensable en Pamplona. Incluso en los últimos años se
dice que vienen entrenados esos toros para el encierro; encierro que también
determina la elección de las ganaderías cada año. Luego están los toreros. Es
verdad que todos los años vienen figuras de primera fila pero también es verdad
que muchos otros no quieren saber nada de torear en Pamplona por su
idiosincrasia.
La Feria del Toro se
inicia el día 5 de julio con una novillada a las 20:00 h. que sirve de prólogo
a la Feria para
continuar el día 6 con una corrida de rejones para lucirse el torero de la
tierra, Pablo Hermoso de Mendoza; y ya el día 7, el día del patrón, se lidia la
primera corrida de toros de la
Feria y así hasta el
día 14, el día del tradicional Pobre de mí.
El cargo de
presidente de la corrida es tradicional que suela corresponder a un miembro del
ayuntamiento de Pamplona, que se hace aconsejar por un asesor artístico-taurino
y un veterinario municipal. Así, el alcalde preside la corrida del día 7 y los
demás días se van alternando los concejales de los distintos partidos políticos
que conforman el Ayuntamiento de Pamplona. La labor del presidente de la corrida
no se limita exclusivamente a la corrida en sí sino que su labor comienza desde
el mismo día anterior a la corrida con la supervisión del “encierrillo”, lo
mismo que el recorrido del encierro ya el día de la corrida; después hay que
atender el apartado y, por último, la corrida. Así pues, en total son casi unas 24 horas pendientes de
los toros.
La oferta taurina de
los Sanfermines no se limita a las corridas de la tarde. La plaza alberga,
durante algunas mañanas, el concurso nacional de recortadores, fiestas camperas
y la tradicional corrida vasco-landesa.
Aparte de lo que es el coso
taurino en sí, la Plaza
cuenta con otras muchas dependencias tales como: corrales para el ganado que va
a ser lidiado, cuadras para caballos, chiqueros, zona del apartado, la
mencionada casa del conserje con un toque a patio sevillano, enfermería (una
enfermería que ya la quisieran muchos hospitales), capilla, talleres, patio de
caballos, despachos de veterinarios y policía foral, zona reservada para la
radio, dependencias donde duermen monosabios y pastores… A todo esto hay que
sumar los bares (ambigús) que hay dentro de la Plaza en sus pasillos, baños, vestuarios y
duchas para personal de trabajo… Como
dato anecdótico decir que hasta no hace mucho tiempo el vallado del encierro se
guardaba durante todo el año en los pasillos de la Plaza.
El personal que trabaja
diariamente en la Plaza
de Toros de Pamplona un día de Sanfermines está formado por entre 350 y 400
personas nada más y nada menos. Entre estos tenemos a los porteros,
acomodadores, areneros, mulilleros, pastores, el cuerpo médico (formado por 18
personas), equipo de limpieza, los encargados de las almohadillas, equipo de
policía foral… Tampoco falta el cura que en este caso es Juan José Cambra,
párroco de la Iglesia
de San Agustín, del Casco Antiguo de Pamplona a la cual está adscrita la Plaza.
Algo que llama mucho la
atención y que también la hace distinta a las demás plazas de toros es la
basura que en ella se acumula cada corrida de toros y dice mucho de lo que ha
sido la corrida: en los últimos años son necesarios dos camiones grandes para
recoger las 15 toneladas aproximadamente de basura que todos los días recoge el
equipo de limpieza. Otro dato que dice mucho acerca de lo que significa la Feria del Toro es que a
Pamplona siempre viene el mayoral principal de cada ganadería y, en muchos
casos, los mismos ganaderos en persona, los cuales sienten todos un gran cariño
por Pamplona.
Sin duda la plaza de toros
es un lugar mágico, un lugar donde la familia, los amigos, los taurinos, los no
taurinos, los jóvenes, los no tan jóvenes… Se reúnen para sentir una
experiencia única que ha nadie defrauda. En el ambiente se respira sudor, se
respira los mil olores del “almuercito”, se respira toro, se respira sangre… Para
muchos es el mejor olor del mundo, es olor a fiesta, el olor a vida que todos
los 14 de julio despedimos con lagrimas en los ojos, sabiendo que queda todo un
año para volver a disfrutar de semejante espectáculo. Pues ya lo dice la
canción “Pobre de mi, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San
Fermín”
Eloy García Bernal
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